La Curva de Adopción de Tecnologías y la Inteligencia Artificial en la Educación
Desde esta perspectiva, retomemos el concepto de amplificación cognitiva. La cuestión central es cómo abordar el uso de la inteligencia artificial (IA) en el ámbito educativo: ¿la utilizamos únicamente como un facilitador, una herramienta de apoyo, o la aprovechamos para potenciar nuestra capacidad cognitiva? Es fundamental evitar caer en la misma relación histórica que hemos tenido con la tecnología, que en muchas ocasiones ha generado una brecha significativa en nuestro desarrollo profesional.
Supongamos que queremos emplear la IA únicamente como un facilitador. En este caso, el proceso de aprendizaje seguiría un esquema lineal: leer un libro, tomar notas, intentar recordar conceptos y aplicar algunas ideas. Sin embargo, está demostrado que olvidamos entre el 65 % y el 68 % de la información en un plazo de 24 horas. Si utilizamos la IA solo para extraer los puntos principales de un libro, generar resúmenes o identificar relaciones básicas entre los conceptos, estaríamos limitando su potencial.
Ahora bien, ¿qué sucede si la usamos como amplificador cognitivo? En este caso, el proceso cambia radicalmente. Podemos proporcionarle a la IA el libro que hemos leído, un documental relacionado, nuestros apuntes previos y otros recursos, para luego pedirle que identifique patrones y conexiones entre ellos. Esta tarea, que nos tomaría meses, puede realizarse en minutos gracias a la IA.
El proceso de amplificación cognitiva
El funcionamiento de nuestro cerebro se basa en un ciclo de entrada, procesamiento y salida de información. Si comprendemos este ciclo, podemos optimizarlo utilizando la IA para alimentar cada una de sus etapas.
Por ejemplo, al leer un libro sobre la Segunda Guerra Mundial, podríamos pedirle a la IA que analice su contenido en relación con otros textos, documentales o artículos previos que hemos consultado. La IA podría encontrar patrones, generar preguntas profundas y ayudarnos a establecer conexiones que quizás no habíamos considerado. Esta metodología, lejos de sustituir nuestro pensamiento crítico, lo potencia y nos permite descubrir nuevas perspectivas.
Este proceso lo hemos aplicado en múltiples ocasiones con excelentes resultados: analizamos informes, reportes internacionales y grandes volúmenes de datos en poco tiempo, lo que nos permite pasar rápidamente a una fase de diálogo y reflexión. A través de la IA, podemos confrontar conceptos con nuestra experiencia, descubrir conexiones inesperadas y generar conocimiento de manera más eficiente.
Aplicación e implementación en la educación
El siguiente paso en este proceso es la implementación y la retroalimentación. No basta con obtener ideas principales de un libro; debemos aplicar ese conocimiento a situaciones concretas. Supongamos que trabajamos con estudiantes de sectores vulnerables, como Ciudad Bolívar, quienes enfrentan problemas sociales y traen consigo memorias dolorosas debido al desplazamiento forzado. Podemos usar la IA para generar estrategias de enseñanza personalizadas que se alineen con su realidad, brindándonos herramientas y formatos adecuados para su contexto.
Además, podemos retroalimentar a la IA con los escritos de los estudiantes para obtener análisis detallados sobre sus ideas, identificar patrones de pensamiento y proponer nuevas estrategias de enseñanza. En este sentido, la IA se convierte en un recurso valioso para potenciar tanto nuestro aprendizaje como el de los alumnos.
Superando los temores y aprovechando las oportunidades
Es comprensible sentir incertidumbre ante la creciente presencia de la IA en nuestras vidas. Sin embargo, en lugar de rechazarla por temor a que “reemplazará” ciertas funciones, debemos enfocarnos en cómo puede amplificar nuestras capacidades. No se trata de evitar que los estudiantes usen herramientas como ChatGPT, sino de enseñarles a utilizarlas de manera crítica y creativa.
Para comprender mejor esta adopción, podemos analizar la Curva de Adopción de Tecnologías, que clasifica a las personas según su disposición a integrar innovaciones:
Entender en qué punto de la curva nos encontramos es clave para gestionar el cambio, tanto a nivel individual como organizacional. No todos avanzarán al mismo ritmo, pero reconocer estas diferencias nos permite generar estrategias adecuadas para cada perfil.
Conclusión
La inteligencia artificial representa un hito tecnológico, pero también una oportunidad extraordinaria para la educación. Su implementación nos permite posicionarnos en un nuevo perfil profesional, donde la creatividad, el pensamiento crítico y la capacidad de generar nuevas conexiones serán fundamentales. Si logramos enseñar a los estudiantes a usarla correctamente, podremos potenciar su aprendizaje y prepararlos mejor para los retos del futuro.
En definitiva, la pregunta no es si la IA nos reemplazará, sino cómo podemos integrarla de manera inteligente para fortalecer nuestras habilidades y ampliar nuestras posibilidades.