Es posible que al escuchar términos como “GPT”, “inteligencia artificial” o “modelo de lenguaje” pienses que estamos entrando en un terreno demasiado técnico. Sin embargo, la clave está en entender que estas herramientas funcionan de manera similar a cómo los seres humanos aprenden y responden a preguntas.
Según Amazon AWS, los transformadores (la base de los GPTs) son un tipo de arquitectura de red neuronal que “transforma” una secuencia de entrada en una secuencia de salida. Dicho de forma sencilla, le damos una información y, con base en lo que ha aprendido, nos proporciona una respuesta. No muy distinto a cómo un profesor responde a una pregunta de un estudiante.
Un GPT es una herramienta de inteligencia artificial que puede especializarse en una tarea específica. Mientras que ChatGPT es un modelo generalista que puede responder sobre múltiples temas, un GPT especializado se entrena o configura para realizar una función concreta dentro de un contexto educativo.
Pensemos en la educación: hay profesores de matemáticas, de historia, de literatura… Cada uno es un especialista en su materia. De la misma manera, podemos crear GPTs que se enfoquen en una sola área y se conviertan en auténticos expertos en esa disciplina.
Asistente de redacción académica: ayuda a los estudiantes a mejorar la estructura y coherencia de sus ensayos.
Tutor de matemáticas: especializado en resolver ecuaciones y explicar conceptos matemáticos.
Guía de historia: que puede narrar eventos históricos con diferentes enfoques.
Corrector de ortografía y gramática: optimizado para revisar textos en tiempo real.
Así como en la vida real confiamos en expertos para distintas tareas, los GPTs especializados nos permiten mejorar la calidad de las respuestas y la precisión en un área determinada. En educación, esto significa tener asistentes que realmente comprendan la materia que enseñan y puedan guiar a los estudiantes con información detallada y relevante.
Personalización del aprendizaje: cada estudiante puede recibir respuestas adaptadas a su nivel de comprensión.
Accesibilidad: permite que los estudiantes consulten información en cualquier momento y lugar.
Apoyo docente: los educadores pueden delegar tareas repetitivas, como corregir ejercicios o responder preguntas frecuentes.
Interacción atractiva: los estudiantes pueden aprender de manera más dinámica, haciendo preguntas y recibiendo respuestas inmediatas.
Si queremos desarrollar un GPT especializado en educación, es importante definir con precisión su propósito.
Definir la especialización: ¿Será un tutor de matemáticas? ¿Un asistente de redacción? ¿Un guía de historia?
Configurar el conocimiento base: se le puede entrenar con material relevante, artículos académicos, guías de estudio y más.
Ajustar su lenguaje: debe responder con un tono apropiado para estudiantes, explicando los conceptos de forma clara y pedagógica.
Probar y mejorar: evaluar cómo responde a distintas preguntas y hacer ajustes para optimizar sus respuestas.
Cada vez más, los sistemas educativos están incorporando inteligencia artificial para mejorar la enseñanza y facilitar el acceso al conocimiento. La clave no está en reemplazar a los docentes, sino en proporcionar herramientas que potencien el aprendizaje y permitan una experiencia más personalizada y efectiva.
Así como en la vida cotidiana utilizamos diferentes herramientas para diferentes propósitos (un refrigerador para conservar alimentos, un microondas para calentar, un horno para hornear), en educación podemos tener múltiples GPTs, cada uno especializado en una tarea concreta.
Los educadores tienen la oportunidad de aprovechar esta tecnología para mejorar la forma en que enseñamos y aprendemos. Crear un GPT no es solo programar un asistente, sino diseñar una herramienta que responda a nuestras necesidades específicas y ayude a transformar la educación.
Aprendamos a crear nuestros propios ayudantes. Aprendamos a construir asistentes hiper especializados. Aprendamos a crear GPTs para la educación.